Desde entonces, no hemos parado de hablar (y discutir si la pizza lleva piña, spoiler: NO). Nuestra primera cita fue una «sorpresa», porque olvidó reservar mesa y terminamos comiendo perritos calientes en un parque. Pero había un campo de lavanda cerca, y paseando entre esas flores nos dimos cuenta de que, de alguna forma, todo encajaba.
Desde entonces, la lavanda se convirtió en nuestro símbolo. Es sencilla, resistente y siempre está ahí, igual que nosotros. No somos perfectos (¡ni falta que hace!), pero juntos hemos creado una historia llena de risas, aventuras y alguna pelea sobre cómo se dobla una toalla.
Y ahora estamos aquí, listos para escribir el próximo capítulo de nuestra vida, con lavanda como testigo y como nuestro pequeño recordatorio de cómo empezó todo.